CARLOS MARAÑÓN
- La segunda parte, dirigida por Mike Mitchell, llega este viernes a los cines españoles.
- La nueva aventura trae más emoción y más chistes. Aunque menos perfilada que la película original, esta continuación tiene el encanto de lo imperfecto.
No lo parece, pero todo sigue siendo fabuloso en el universo cinematográfico de Lego. Aunque el espíritu apocalíptico de Mad Max ha calado. Aquí la burbuja del ladrillo es eterna, pero no parece tener influencia negativa: sigue habiendo café para llevar, caro pero muy dulce, y la imaginación todo lo puede. Al menos hasta que un adulto pisa una de las piezas del suelo.
Magistral, el descaro de La Lego película (2014), secundada por las dignísimas aventuras de Batman y Ninjago, pedía a gritos una continuación que arreglase lo que se avecinaba. El armisticio final de la primera –con el padre puntilloso y celoso (Will Ferrell) de que sus creaciones vintage sobreviviesen a la fantasía de su hijo, definitivamente rendido a la dura y cariñosa realidad– se veía abruptamente interrumpido por un último gag que está en el origen de esta segunda parte.
La hermana pequeña, acostumbrada a la simplicidad de las piezas de Duplo, acabó con el mundo feliz de Bricksburg como lo habíamos conocido hasta entonces y sigue ahora amenazando la paz de este hogar de dos dimensiones (la real y la animada) en continuo diálogo.
Sobre esta guerra fraternal se asienta la reconstrucción –el secreto de este juguete universal–, que pasa por la aventura de Emmet para rescatar a Lucy y sus amigos (retenidos por la reina Soyloquequieras en la Galaxia Hermana), con la ayuda de Rex, un piloto intergaláctico con nave propia (¿les suena?) y, a falta de Chewbacca, velocirraptores.
Dirigida por Mike Mitchell (con Trisha Gum al frente de la animación), el realizador de la reciente Trolls (y del último Bob Esponja), este vuelve a ser el campo de juegos –la mesa de construcciones– de Phil Lord y Christopher Miller, directores de la descomunal primera entrega (y de Lluvia de albóndigas), que repiten escribiendo el guion y se resarcen de sus problemas en la galaxia. Al fin han logrado la película espacial que Lucasfilm no les dejó hacer en Han Solo.
Lego se expande
Por supuesto, hay varios niveles de lectura, varias formas de disfrute e incluso varias películas dentro de La Lego película 2. Y en una de ellas, curiosamente, anida la gran producción de la Liga de la Justicia. Y no solo para los que piensen que el mejor filme de superhéroes de DC, con permiso de Nolan, era Batman: La Lego película.
Hay más barullo: los universos de Lego se han expandido, el astronauta Benny campa a sus anchas y la imaginación ha acabado por desbordarse hasta una especie de caos creativo que sirve para romper las líneas entre juguetes (estilo Toy Story), edades y sexos.
Todo ese caudal de chistes, personajes y ladrillos cruzados se va a acabar resolviendo, eso sí, bajo la lavadora. Mucho menos perfilada que la original, la película tiene el encanto de lo imperfecto. Acepta el desafío de ahondar en lo musical y se desata hasta el infinito, pero no mucho más allá del sótano, del que hay que acabar saliendo para compartir experiencias más amplias. Montar y desmontar para volver a montar, el espectáculo del ladrillo debe continuar.