Cuando España conoció la proclamación del estado de alarma por parte del Gobierno el pasado 14 de marzo, el cineasta ítalo-argentino Hernán Zin (49) sabía lo que debía hacer: filmar la realidad que se vivía en espacios tan conflictivos como las UCI, las residencias o las morgues para documentar el paso de la Covid-19. El resultado es su nueva cinta documental, 2020, que ya puede verse en las salas de cine.
Titula la película 2020. ¿Cómo se encuentra en la recta final de este año? Cansado. Ha sido un año muy duro. No hemos tenido confinamiento, han sido cuatro meses de rodaje y tres de montaje muy intensos. Estoy deseando que la gente vea lo que cuento, porque no se ha estado mostrando.
Pedro Sánchez insistió en este mensaje: «Venceremos la batalla contra el virus». Usted fue reportero de guerra, ¿concibe la pandemia como una contienda? Yo no veo el paralelismo bélico. Para empezar, en ninguna de las guerras en las que he estado se han muerto 1.000 personas al día. En Gaza, en un mal día podían atacar y morir 30 niños; o en Afganistán podían bombardear una boda y fallecer 30 personas. En una guerra, además, hay mucho ruido. La gente huye de su casa, no hay comida, no hay seguridad… Aquí había mucho silencio. La pandemia me recuerda más a una hambruna en Somalia y al ébola en el Congo. El lenguaje de los políticos tiene sentido, pero no ha sido una guerra, sino una catástrofe humanitaria, un tsunami en cámara lenta que ha avanzado y se ha llevado todo por delante. En realidad, nada de lo que escuché desde la política me pareció acertado.
¿No aprueba la gestión? Esa parte no la puedo juzgar porque no tengo la información, pero cuando llegaba a casa después de estar en un hospital o en una morgue y encendía la televisión, era todo ruido político. Para mí, lo que había que hacer todos los días antes de empezar las ruedas de prensa era un minuto de silencio por las víctimas, pero no lo ha habido. En la película, puse un minuto de silencio, un minuto real. No he visto en los políticos el sentimiento de empatía, y hacía falta.
Insiste en que hace falta «humanizar» la pandemia. Es que no se ha visto todo. Esa fue la trampa y, por eso, ahora estamos en la segunda ola. Tendrían que haber hecho campañas como las de la DGT. En ellas veías al niño salir volando por no ponerse el cinturón. Deberíamos haber sido más explícitos. Mucha gente no ha visto la realidad, por lo que no ha desarrollado la parte emocional y no ha podido hacer el duelo.
¿Tuvo dificultades para grabar el documental? Muchísimas, me echaron de todos los hospitales. Al final, conseguí entrar en algunos sitios porque soy muy pesado, no acepto un no por respuesta. Pero todos los días tenía que levantarme a las 6 de la mañana y enviar el artículo 20 de la Constitución a todos los políticos y a los directores de los hospitales. Al final, no iba a quedarme 10 minutos en la UCI: iba a pasar allí días. Finalmente, me dejaron acceder. En realidad, como tengo mis películas en Netflix, todo el mundo las puede ver. Mi trabajo es siempre humano, no político.
En las UCI conoció al médico Gabriel Heras. En los primeros días del estado de alarma, este avisó: «El camión va a llegar y vosotros lo vais a ver». ¿Qué sintió usted en ese momento? Que tenía razón. Yo fui el primero que estaba en Los Ángeles viendo a la gente con mascarilla y pensando que era una exageración. Creía que el virus estaba en China. Yo, que he vivido el cólera en Somalia, fui el primero en menospreciar la situación. Entonces, cuando vi los cuerpos en la UCI… Uf, sentía que no podía respirar.
¿Ha llorado? Muchísimo, y casi siempre de rabia, porque mucho con la gente. Si yo no me emociono, el público tampoco lo va a hacer. De hecho, el día que no me emocione, me dedicaré a otro trabajo. Nuestro motor es la empatía.
¿Se ha visto en la obligación de censurar imágenes? No, no censuro nada nunca. Las imágenes duras son indispensables, pero con un contexto. No puedes sacar del imaginario colectivo la imagen de la niña quemada en la guerra de Vietnam. A mí me pareció bien, por ejemplo, aquella portada en la que aparecía la morgue del Palacio de Hielo. La humanidad avanza por las imágenes y por las dudas.
¿Qué le diría a los negacionistas? A ellos les regalaría entradas para que vayan a ver el documental y, después, me los llevaría a una UCI un par de horas. Cambiarían rápido de idea. En España ha sido un movimiento pequeño, no como en Estados Unidos.
¿Qué diferencia a 2020 de sus anteriores trabajos? En concreto, este documental ha sido muy difícil aunque, en realidad, hago lo mismo desde hace 20 años. Cuando llegué a mi primer conflicto en Camboya, en el 94, estuve con un equipo de 10 personas. Ellos tenían todos los contactos de los ministros mientras yo estaba solo con una cámara. Allí me preguntaba: ‘¿Qué puedo hacer?’. Comprendí que mi trabajo era dar voz a la gente buscando la parte emocional, el lado humano. Quería contar la pequeña historia que complementa a la grande. Tenía que poner nombre y apellido a las cifras de los periódicos.
¿Tiene pensado dirigir un nuevo proyecto o prefiere centrarse en Doc Land, su productora? Ahora solo quiero compartir lo mismo que yo aprendí, estoy muy cansado de viajar tanto. Quiero darle una oportunidad a la gente joven y con ideas. Es bueno pasar a otro nivel en el que pueda ayudar. Tenemos una oficina en Los Ángeles y otra aquí. Desde enero hemos desarollado varios proyectos, y el año que viene pondremos en marcha 19 trabajos.
Ha empezado explicando qué sabor de boca le ha dejado este año. ¿Qué lecciones se lleva? En 2020 he aprendido tres lecciones muy importantes, y aquí me voy a enrollar un poco. Primero, que todos los golpes en la vida los puedes afrontar de dos maneras: o los ignoras o los afrontas mirándolos directamente a los ojos. Por otro lado, ahora sé que no necesito comprar cosas todos los días, lo importante es querer a la gente que me importa y dedicarme a mi trabajo. Y también pienso que nos estamos cargando el planeta, lo veo cada vez que viajo. Ya lo dijo Bill Gates: «La próxima pandemia será en 2023». Puedes vivir con menos, más despacio y en armonía con el resto de especies. Como todo golpe en la vida, esta pandemia debe ayudarnos a madurar como personas y como sociedad. Este año nos ha dado una hostia, pero también la oportunidad de apretar en 2021 el botón de reinicio.