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Letizia y su guiño a una joven que retrata la sociedad que ya no puede dejar de grabar
"Todo el rato me grabas, ¿no? ¡Hola!, ¡Hola!, ¡Holaaa!". La reina Letizia bromea con la cámara de una joven participante en un encuentro del Tour de Talento de la Fundación Princesa de Girona, que se ha celebrado esta semana en Córdoba.
La imagen se ha viralizado velozmente. Por espontánea, por cercana pero, también, por descriptiva de la sociedad en la que vivimos, donde a los reyes ya no les tardan años en pintar sobre cuadros ecuestres y ya podemos grabarles con nuestro propio móvil de tú a tú. Incluso quizá interactuen con nuestra grabación. Como hace Letizia, rápida de reflejos, en este vídeo que ha compartido @elenaaluquee_ en su cuenta de TikTok.
La alumna, ilusionada, ha colgado este instante con un contundente: "sigo sin creerme que he visto hoy a la reina". TikTok es el diario de las nuevas generaciones. Ahí se informan y ahí comparten su forma de entender el mundo, ya sea bailando, reflexionando o simplemente mostrando su día a día. Elena estaba grabando a la reina en el recorrido en el que saludaba el personal, pero las casualidades hicieron que la monarca se quedara parada justo delante de ella. Y ella no pudo parar de grabar, y siguió apuntando, desde abajo, durante la conversación.
A Letizia no le pasó desapercibido el móvil al quite y lanzó ese 'hola' cómplice a un siempre desfavorecedor plano contrapicado de la cámara. Estampa que, en el fondo, retrata cómo los nativos en redes sociales han interiorizado que los momentos especiales son menos especiales si no reciben muchos likes en Instagram o TikTok.
Ese descriptivo, simpático y libre de protocolos: "Todo el rato me grabas, ¿no?" de Letizia también habla de cómo no podemos quitarnos la ansia de las redes e intentar degustar con nuestros propios ojos situaciones que sentimos únicas para nosotros. Porque si no lo grabas, parece que no existe. Si no lo grabas, no estará validado por nuestro contorno virtual que ya es tan importante como el entorno físico.
Hay que almacenar recuerdos digitales, pues. Todo el rato. Mejor si es con encuadres que transforman la monótona rutina diaria en hitos excepcionales. Y, claro, si te encuentras de frente con la reina, cómo vas a osar en parar de grabar y guardarte el móvil en el bolsillo. No, no puedes permitirte dejar escapar la oportunidad de que la reina Letizia Ortiz sea una guest star de tu TikTok. Ni siquiera te planteas la duda existencial de grabar o no grabar por respeto. Lo natural es grabar. Porque si no lo publicas en tu perfil, se nos ha metido en la cabeza que lo vivido vale menos. Sin fardar con pruebas de haber estado allí, no hay paraíso.
@elenaaluqee_ sigo sin creerme que he visto hoy a la reina
♬ sonido original - eleenii?
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Los peligros de las imágenes falsificadas: la culpa (no) será de la Inteligencia Artificial
La Inteligencia Artificial logra imágenes tan realistas que es demasiado fácil creérselas. Ya hemos visto al Papa Francisco con un hinchado plumífero digno de Beyocé o a Donald Trump detenido como si fuera protagonista de un remake de Orange Is the New Black. Fotos que dan el pego, perfectas para retuitear compulsivamente. Son morbosas, son llamativas, pero son fake.
Parece que cada vez nos cuesta más diferenciar entre verdad y ficción. Hay que aprender a cuestionarse cada fotograma que nos encontramos a nuestro paso. La Inteligencia Artificial es rápida y eficaz a la hora de convertir una fábula en una fotografía que pinta recién hecha por tu propio smarthphone. Por ahora, el truco para verificar cualquier imagen está en inspeccionar las extremidades de sus protagonistas, pues la IA es torpe con las manos. Se pasa de dedos o no llega. Incluso da la sensación que pocas veces acierta a poner cinco en una mano humana.
Mientras se subsana esta falta de precisión digital, se culpabilizará a la Inteligencia Artificial de la pérdida de rigor de la información. Peligro. Danger. Socorro. Estamos indefensos ante imágenes que parece que son lo que nunca han sido. Pero, ¿acaso esto es una novedad? La manipulación de la imagen existe desde antes de que se inventara la fotografía.
Todavía hoy nos tragamos fotos "históricas" del nazismo como ciertas, cuando eran montajes listos para que la masa adorara y hasta viera simpaticón a Adolf Hitler. La maquinaria de Joseph Goebbels era maestra para falsificar la vida. Por mucho que diera el cante el retoque fotográfico. Como la imagen de un joven y entusiasta Hitler entre la multitud asistente a un mitin que celebraba la declaración de guerra alemana en 1914 en Munich. Con esta postal, se buscaba proyectar la implicación patriota de un veinteañero Hitler. Nadie veía que su reconocible cara, con su perturbador bigotillo, era un conciso pegote que sobresalía sospechosamente encima del resto de personas. Pero se sigue compartiendo esa imagen como rigurosa. Como tantas otras, en las que el propio Goebbels se borraba del encuadre para que la estampa quedara más entrañable. O eso pensaba él.
No había programas informáticos, pero sí la artesanía fotográfica que nos sugestiona a través de perspectivas que engañan a nuestro ojo. La llegada de la inteligencia Artificial abre imprescindibles puertas de progreso. Aunque, como siempre y como todo, habrá quien la use maliciosamente. Incluso nos distraeremos escuchando voces melancólicas desgranando todos los peligros de los embustes de la Inteligencia Artificial, a la vez que nos seguiremos creyendo cualquier cutre collage de fotos amañadas con un artesanal corta, pega y colorea al estilo de panfleto nazi. La culpa no será de la Inteligencia Artificial, será de cómo entrenamos nuestra mirada crítica.