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La viralidad asfixió a la información: una sociedad pintada a brochazos
Gastamos más tiempo en lo que nos revuelve que en lo que nos inspira. Los políticos lo saben bien. Más aún en semana de campaña electoral.
El delirio se ha convertido en un buen atajo para ganar adeptos. Conocemos más a los líderes por lo pintoresco de su personalidad que por lo responsable de su gestión. La viralidad visibiliza más aquello que provoca y ofende. Más excéntrico, más retuits. Y muchos intentan rebatir. Sin demasiada suerte, pues el surrealismo no se puede refutar. Ante el dislate, los contrincantes quedan desactivados. No pueden contestar con propuestas.
Si se conquista la emoción, es más difícil tirar de argumentación. El reto: convertir al ciudadano en un fan que corea proclamas altamente simplificadas. Playa o Montaña. Consignas directas, breves, que son tarareables en un vídeo de TikTok o no necesitan gastar demasiados caracteres de un tuit, perfecto para ser comentado y compartido tan rápido que no hay margen para tomarse unos segundos y pensar. Nos estamos olvidando a saber digerir. La celeridad nos atraganta.
Los propios medios de comunicación hemos picado el anzuelo de este modus operandi simplificador con el que consumimos algunas redes. De hecho, en la televisión generalista se eligen los contenidos más elementales que antes por temor a que la audiencia se esfume si se sale del guion. Tenemos menos paciencia porque estamos rodeados de armas de distracción masiva y todo tiene que estar reducido a un debate "fácil" y "entendible" de blanco o negro. Madrid o Barcelona. Cuando la vida se co-construye con una mezcla imperfecta de tonalidades.
Como mala consecuencia, se trata con condescendencia a un espectador mutado en un consumidor al que se alimenta a través de una impaciencia que pretende que todo sean certezas rotundas, básicas e instantáneas. Hasta cuando no hay certezas instantáneas, que suele ser lo habitual. Resultado: la especulación arrasa con la información. Porque no hay tiempo de investigar, de contrastar, ni siquiera de esperar. Queremos el titular picadito, obviamos entender lo que está pasando
Vivimos en estribillos. O eso parece al ver determinado infoentretenimiento en el que todo tiene que estar excesivamente cortado por el lugar común evidente, cuando la fuerza real de los medios es descubrir todo aquello que desconocemos gracias a los contornos que pegan un meneo a las ideas preestablecidas. Sin tiempo para usar el pincel que perfila los detalles, estamos magnetizados por brochazos gordos y toscos. Pero aterra pensar en el futuro que le espera a una sociedad pintada a brochazos.
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Letizia y su guiño a una joven que retrata la sociedad que ya no puede dejar de grabar
"Todo el rato me grabas, ¿no? ¡Hola!, ¡Hola!, ¡Holaaa!". La reina Letizia bromea con la cámara de una joven participante en un encuentro del Tour de Talento de la Fundación Princesa de Girona, que se ha celebrado esta semana en Córdoba.
La imagen se ha viralizado velozmente. Por espontánea, por cercana pero, también, por descriptiva de la sociedad en la que vivimos, donde a los reyes ya no les tardan años en pintar sobre cuadros ecuestres y ya podemos grabarles con nuestro propio móvil de tú a tú. Incluso quizá interactuen con nuestra grabación. Como hace Letizia, rápida de reflejos, en este vídeo que ha compartido @elenaaluquee_ en su cuenta de TikTok.
La alumna, ilusionada, ha colgado este instante con un contundente: "sigo sin creerme que he visto hoy a la reina". TikTok es el diario de las nuevas generaciones. Ahí se informan y ahí comparten su forma de entender el mundo, ya sea bailando, reflexionando o simplemente mostrando su día a día. Elena estaba grabando a la reina en el recorrido en el que saludaba el personal, pero las casualidades hicieron que la monarca se quedara parada justo delante de ella. Y ella no pudo parar de grabar, y siguió apuntando, desde abajo, durante la conversación.
A Letizia no le pasó desapercibido el móvil al quite y lanzó ese 'hola' cómplice a un siempre desfavorecedor plano contrapicado de la cámara. Estampa que, en el fondo, retrata cómo los nativos en redes sociales han interiorizado que los momentos especiales son menos especiales si no reciben muchos likes en Instagram o TikTok.
Ese descriptivo, simpático y libre de protocolos: "Todo el rato me grabas, ¿no?" de Letizia también habla de cómo no podemos quitarnos la ansia de las redes e intentar degustar con nuestros propios ojos situaciones que sentimos únicas para nosotros. Porque si no lo grabas, parece que no existe. Si no lo grabas, no estará validado por nuestro contorno virtual que ya es tan importante como el entorno físico.
Hay que almacenar recuerdos digitales, pues. Todo el rato. Mejor si es con encuadres que transforman la monótona rutina diaria en hitos excepcionales. Y, claro, si te encuentras de frente con la reina, cómo vas a osar en parar de grabar y guardarte el móvil en el bolsillo. No, no puedes permitirte dejar escapar la oportunidad de que la reina Letizia Ortiz sea una guest star de tu TikTok. Ni siquiera te planteas la duda existencial de grabar o no grabar por respeto. Lo natural es grabar. Porque si no lo publicas en tu perfil, se nos ha metido en la cabeza que lo vivido vale menos. Sin fardar con pruebas de haber estado allí, no hay paraíso.
@elenaaluqee_ sigo sin creerme que he visto hoy a la reina
♬ sonido original - eleenii?