Los peligros de las imágenes falsificadas: la culpa (no) será de la Inteligencia Artificial
La Inteligencia Artificial logra imágenes tan realistas que es demasiado fácil creérselas. Ya hemos visto al Papa Francisco con un hinchado plumífero digno de Beyocé o a Donald Trump detenido como si fuera protagonista de un remake de Orange Is the New Black. Fotos que dan el pego, perfectas para retuitear compulsivamente. Son morbosas, son llamativas, pero son fake.
Parece que cada vez nos cuesta más diferenciar entre verdad y ficción. Hay que aprender a cuestionarse cada fotograma que nos encontramos a nuestro paso. La Inteligencia Artificial es rápida y eficaz a la hora de convertir una fábula en una fotografía que pinta recién hecha por tu propio smarthphone. Por ahora, el truco para verificar cualquier imagen está en inspeccionar las extremidades de sus protagonistas, pues la IA es torpe con las manos. Se pasa de dedos o no llega. Incluso da la sensación que pocas veces acierta a poner cinco en una mano humana.
Mientras se subsana esta falta de precisión digital, se culpabilizará a la Inteligencia Artificial de la pérdida de rigor de la información. Peligro. Danger. Socorro. Estamos indefensos ante imágenes que parece que son lo que nunca han sido. Pero, ¿acaso esto es una novedad? La manipulación de la imagen existe desde antes de que se inventara la fotografía.
Todavía hoy nos tragamos fotos "históricas" del nazismo como ciertas, cuando eran montajes listos para que la masa adorara y hasta viera simpaticón a Adolf Hitler. La maquinaria de Joseph Goebbels era maestra para falsificar la vida. Por mucho que diera el cante el retoque fotográfico. Como la imagen de un joven y entusiasta Hitler entre la multitud asistente a un mitin que celebraba la declaración de guerra alemana en 1914 en Munich. Con esta postal, se buscaba proyectar la implicación patriota de un veinteañero Hitler. Nadie veía que su reconocible cara, con su perturbador bigotillo, era un conciso pegote que sobresalía sospechosamente encima del resto de personas. Pero se sigue compartiendo esa imagen como rigurosa. Como tantas otras, en las que el propio Goebbels se borraba del encuadre para que la estampa quedara más entrañable. O eso pensaba él.
No había programas informáticos, pero sí la artesanía fotográfica que nos sugestiona a través de perspectivas que engañan a nuestro ojo. La llegada de la inteligencia Artificial abre imprescindibles puertas de progreso. Aunque, como siempre y como todo, habrá quien la use maliciosamente. Incluso nos distraeremos escuchando voces melancólicas desgranando todos los peligros de los embustes de la Inteligencia Artificial, a la vez que nos seguiremos creyendo cualquier cutre collage de fotos amañadas con un artesanal corta, pega y colorea al estilo de panfleto nazi. La culpa no será de la Inteligencia Artificial, será de cómo entrenamos nuestra mirada crítica.
Twitter, ¿lugar sin ley?: ‘Peli de tarde’, hackeada
"Abrumado por tantas muestras de cariño y apoyo. Me siento como el típico protagonista de peli de sobremesa, dueño de un aserradero familiar, a punto de perder su negocio a manos de un empresario, y salvado gracias a la recolecta que organizan los vecinos de su pueblo de Vermont". La cuenta de Twitter Peli de Tarde agradece los afectos recibidos después de sentir que ha perdido toda la comunidad creada gracias a sus brillantes tuits que ironizaban sobre los telefilmes de sobremesa que no podemos dejar de ver aunque sepamos cómo acaban.
Porque la cuenta original de Peli de Tarde ha sido hackeada. Y este mensaje ha sido lanzado desde un perfil nuevo. Con mismo nombre, pues los okupas de Twitter liberaron @pelidetarde. No les interesaba una marca tan poderosa, sólo querían quedarse con sus más de 100.000 seguidores.
Así son los piratas de las redes sociales. Parecen menos astutos que el malo torpe del telefilme de la hora de la siesta de Antena 3. Simplemente roban cuentas para acribillar a sus miles de followers con mensajes que esos seguidores no atenderán. Ni representan sus intereses ni captan sus inquietudes por su tono sectario, histérico y sucio.
Ahora el viejo Peli de Tarde se ha transformado en una tómbola loca de spamear y retuitear proclamas de cryptomomendas, bitcoims y mucho ruido a la caza de visibilidad. O algo así. Tuits que son basura viral. La antítesis de lo que buscaban los seguidores de Peli de Tarde a través de esta usuario que otorgaba un contenido ingenioso.
Pero, sin embargo, Peli de Tarde ha perdido toda su congregación de fieles, sembrada durante años. Un hackeo que representa cómo Twitter se va convirtiendo en una especie de ciudad sin ley, en donde los verdaderos usuarios que crean y comparten contenido de calidad están desprotegidos. El mundo al revés.
Y parece que da igual. Da la sensación que es misión imposible encontrar un gestor que ayude a recuperar lo que te han hurtado para nada. Porque lo que el hacker no sabe es que, en este caso, ha ocupado un espacio compuesto por espectadores críticos que no van a caer en sus tretas. Sólo querían reírse con tramas absurdas de peli de tarde. Esas pelis que, en el último minuto, solucionan toda la tragedia en una reconfortante giro dramático de alegrías. No pinta que pasará esto con el desenlace de Twitter. Aquí los buenos ya no suelen ganar. A no ser que puedan pagarlo.
La política y la caza de la popularidad en TikTok
Hace tiempo que la teatralización política se cocina con ayuda del debate en Twitter, aunque ahora ya también mira de reojo a TikTok. Sin ir más lejos, el tiktoker Helio Roque ha protagonizado su propio discurso en la puesta de largo de la candidatura a las elecciones generales de Sumar. Al frente, Yolanda Díaz con su control de la oratoria, arropada por diferentes personalidades de diversos ámbitos, entre ellas Helio.
El enfoque mediático del acto se ha tambaleado cuando el propio Helio Roque, visiblemente nervioso, ha verbalizado: "Los jóvenes no somos unos quejicas, es que no queremos tragar. Que en otras generaciones se hayan permitido abusos... bueno, pues haber peleado”. Las nuevas generaciones, a menudo, pecan de creer que son las primeras en todo. Un clásico, fruto de cuando todavía desprendes la ilusión de sentir que tienes todo por delante.
Helio hoy puede luchar, reivindicar e incluso tiktokear porque otros batallaron antes. Los derechos son una carrera de relevos. En los que unos corren más, otros menos, pero siempre hay que seguir trotando para dejar la pista más libre de obstáculos a los que vendrán.
Y Helio lo sabe. Él mismo ha pedido disculpas tras el acto. Sus palabras se han desvirtuado, le impuso un pabellón abarrotado de gente. Porque explicar en un escenario con público es muy distinto a crear un mensaje en TikTok o Instagram, donde puedes repetir y editar cada reflexión al gusto. Y ahí está el problema de fondo que ha empujado a esta situación en la presentación de Sumar: no se comunica igual en un vídeo de TikTok que en un acto político. Aquí, chirría culpabilizar al otro con una resonante: "bueno, pues haber peleado".
Helio Roque está experimentado como creador de contenidos de entretenimiento en redes sociales. En sus perfiles, genera un todopoderoso vínculo de complicidad con sus seguidores a través de una ironía que te acaba permitiendo todo. Hasta decir alguna que otra barbaridad, de manera mordaz. Como consecuencia, Helio lo mismo puede hacer un vídeo reivindicativo, que recibir regalos del metro de Madrid y, después, del de Barcelona de manos de la propia Ada Colau, que comentar los dimes y diretes de Eurovisión. Nada se cuestiona: es un entretenedor en el maravilloso sentido de la palabra.
Y su virtud es que sus propuestas de vídeos son muy transversales: sus inquietudes son amplias, es un chico de su tiempo y con ideales. Un día realiza un recorrido por la arquitectura de Badajoz y al otro entrevista a Ione Belarra en la red social de vídeos cortos, que ya es una de las grandes plataformas de acceso a la información entre los más jóvenes. TikTok triunfa porque es el nuevo reality show que todos llevamos en nuestra mano: se consume tan rápido como manejamos el móvil. Si te aburres, deslizas el dedo y llegará otro impacto visual más llamativo, más provocador o más de verdad. Y los políticos quieren acercarse al caudal de 'likes' de las redes sociales. En ocasiones, muchas ocasiones, priorizan asociarse públicamente a aquellos que tienen muchos 'likes'. Buen atajo, pero más rédito sacarán si encuentran la capacidad de compatibilizar el 'me gusta' con visibilizar la motivadora inspiración del discurso más profundo de otros en situaciones vitales en las que no les queda otra que cambiar el mundo con el talento de las ideas. Pero, claro, no siempre tienen los suficientes 'followers' y no siempre están de "moda". Es el mercado de la viralidad, amigos.
Helio Roque cuenta con una mirada propia con la que se ha ganado sobre todo la popularidad en TikTok. Así se está abriendo muchas y merecidas puertas, tanto que ha sido un reclamo que ha aprovechado Sumar en su presentación. Pero su protagonismo ha dejado también un aprendizaje para él y para todos: no es igual hablar en un acto de activismo político colectivo que se observa desde fuera con espíritu crítico a una red social en la que existe un lazo de complicidad individual en primer plano. De hecho, no es igual hacer política que hacer entretenimiento. Aunque se nos haya olvidado.
La metáfora del tuitero impertinente
Los algoritmos creen saber todo de nosotros. Normal, se lo ponemos muy fácil. No sólo aceptando compulsivamente cada una de las cookies que nos encontramos a nuestro paso, también con la manera de interactuar en cada toque que damos en la pantalla del móvil. Porque primero cliqueamos y, ya, si eso, después, pensamos.
Las redes sociales no son un reflejo de la sociedad, pero sí son un retrato de cómo actuamos como sociedad. Incluso de cómo nos gusta imitar. Las plazas públicas digitales son una representación perfecta de las artes con las que nos percibimos creativos cuando simplemente estamos replicando. La corriente nos lleva. Y el caudal de la corriente va muy rápido. De Twitter a TikTok. Del retuiteo apasionado que piensas que esperan de ti por el último trending polémico a la coreografía que debes calcar del último lanzamiento musical. O no te sentirás validado por tus círculos de amigos.
Si vas a contracorriente del patrón preestablecido, quizá no te entiendan. Hasta, tal vez, tengas menos likes. Al menos, al principio. La vida misma, vamos. Entre tanta morralla, da la sensación que el atajo para molar es lanzarse al manual del influencer impertinente. El que crea expectativas sobre su existencia diciendo "se vienen cositas", el que vende felicidad con "no os quiero enamorar, pero", el que piensa que ironiza con "un día eres joven, y al otro..", el que se siente amo del mundo tuiteando "primer aviso".
Primer aviso, y probablemente último. Porque sólo son coletillas comodín que no tienen más recorrido. Se quedan ahí. Nos inyectan la dosis de ego de sentirnos líderes de opinión, sí, aunque en realidad sólo nos estemos convirtiendo en calcomanías de opinión. Poco o nada queda. Poco o nada es nuestro. Ni siquiera nuestros perfiles en las redes. Perfiles con nuestras fotos, con nuestros recuerdos, con nuestras motivaciones, con nuestro tiempo. Perfiles que algún día dejarán de ser rentables y algún ejecutivo eliminará dando al botón de borrar. Porque eso que llaman 'metaverso' es un enjambre de computadoras, cables y ventilación artificial que nos prestan a cambio de comercializar con el rastro de contenido, inquietudes y emociones que dejamos en el camino. Un camino que recorremos sin poder soltar el móvil de la mano. No hay marcha atrás. Y no pasa nada, es el progreso, pero démosle la vuelta: aprovechemos la plataforma viral cuestionándonos qué ansían de nosotros para, al menos, ser algo más que un dato a cribar.
El discurso de Henar Álvarez que desmonta el prejuicio creciente sobre las redes sociales
"Muchísimas gracias sobre todo a nuestras seguidoras, porque a todas las que estamos aquí no nos ha elegido ningún directivo de televisión. Gracias a eso se han roto moldes y gente que no encajábamos en lo que querían, por edad, por como nos vestimos, por como es nuestro cuerpo. por género, por cuna... ahora tenemos un micro". Lo ha dicho la cómica Henar Álvarez al recoger su premio Ídolo al compromiso social. Galas de premios hay muchas, pero esta se la ha inventado Dulceida para poner en valor a las nuevas profesiones surgidas de la influencia en la red y que no se puede juzgar como algo marciano. Con todos los respetos a los marcianos.
Aunque sobre todo el agradecimiento de Henar en la gala esconde un aprendizaje con lo mucho bueno que han traído las nuevas plataformas virales, como una oportunidad para plasmar talentos que antes se podían quedar en tinteros. Pero, claro, el negativismo siempre llama más la atención. Y se recalca siempre las redes han traído la expansión de los bulos sin fltros, la polarización de las corrientes de opinión y la dictadura del like, que favorece una necesidad constante de ser validados por el prójimo en cada publicación en Instagram, TikTok o dónde sea. De hecho, da la sensación de que todo tiene que ser público. Si no lo publicas, no ha pasado. Nos estamos convirtiendo en showrunners de nuestra propia existencia para no defraudar las expectativas del resto. Vamos a los sitios que son instagrameables, evitamos los lugares insípidos.
Entre tanta morralla de la egolatría del 'me gusta', las redes sociales también han conectado conocimiento y creatividad. Han democratizado las ideas, permitiendo que grandes creadores, que se salen del guion prestablecido, puedan mostrarse al mundo y ser accesibles por encima de los corsés y prejuicios de la industria audiovisual tradicional.
Internet es la herramienta que está retratando nuestro tiempo con la mente más abierta, un punto de encuentro donde atreverse a enseñar al mundo tu mirada, tu compromiso, tu imaginación. Y sin pedir permiso, esquivando los miedos de la industria audiovisual clásica que se ha ido quedando atrás cuando no sabía leer las sensibilidades en las que habita su sociedad. Ahora, en cambio, todos podemos plasmar nuestra autoría en la red, de tantas maneras como artes existen.
Henar Álvarez es un buen ejemplo en el ámbito del humor. Su éxito es nativo de la viralidad. Su discurso de la gala de los premios Ídolo es un agradecimiento a los talentos que nos perdíamos cuando unos pocos hablaban sobre cómo éramos todos. Faltan muchos todavía, pero la foto está más completa y Henar la enfoca dando las gracias a todas las mujeres, también a las que no cumplían los patrones de la moralidad. Así agradeció en los Ídolo "a las verduleras, a las barriobajeras, a las que hablan alto, a las que nos sentamos con las piernas abiertas, a las que molestamos en los sitios de los ricos... Tenemos un micro que nos ha dado las redes sociales, y hay que aprovecharlo". Las redes pueden ser el empecinamiento de la irritación o la oportunidad a las ideas. Atendemos más a lo primero, pero nos está enriqueciendo lo segundo.
El bulo de que compartiendo este vídeo de una niña estarás contribuyendo para su operación contra el cáncer
“¡Campaña para la cirugía de esta monada! Cada vez que reenvías este video, ella gana 0,10$”. Se está compartiendo de forma masiva esta cadena de WhatsApp, junto a un vídeo en el que se puede observar a una niña en un hospital bailando, y por el que nos habéis consultado a través del chatbot de WhatsApp de Maldita.es (+34 644 229 319).
Pero ni compartiendo este vídeo estaremos contribuyendo a la operación de la niña que aparece en el vídeo, ni las imágenes son actuales. WhatsApp no puede saber qué vídeo se está compartiendo entre usuarios, ni cuantas veces se ha reenviado, ya que funciona con un “cifrado de extremo a extremo”.
Es decir, que "sólo tú y la persona con quien te comuniques puedan leer o escuchar lo que se envía, y que nadie más, ni siquiera WhatsApp, pueda hacerlo", asegura la propia plataforma en su apartado de preguntas frecuentes.
Además, estas imágenes ni siquiera son actuales, y no están grabadas en España. A través de una búsqueda inversa hemos podido encontrar su origen, y este vídeo fue publicado en 2017. La niña que aparece en el vídeo padecía histiocitosis de células de Langerhans (HCL), y estaba ingresada en el Hospital Ribeirão Preto, que está situado en Sao Paulo, en Brasil.
No es la primera vez que se difunden vídeos de este tipo, asegurando que si los compartes estarás contribuyendo a una buena causa. Ya hemos detectado otras campañas similares, como una imagen que aseguraba que por cada 10 personas con las que compartieras esa misma fotografía, WhatsApp dedicaría "1 euro a la investigación contra el cáncer".
En resumen, si te llega este vídeo de una niña bailando en un hospital no vas a recaudar dinero compartiéndolo. WhatsApp no hace un seguimiento de lo que compartes y el vídeo no es actual.
Luis Enrique, ventajas y peligros de ser entrenador y streamer
La prensa del corazón y la prensa futbolera siempre se han parecido más de lo que quieren creer. Si los famosos ya han aprendido a utilizar las redes sociales para neutralizar a los paparazzis, ahora los profesionales del fútbol pueden ahorrarse intermediarios para narrar en primera persona su experiencia en el campo e incluso fuera de él.
Si las celebrities suben a su Instagram un posado bien cuidado desde su lugar de vacaciones mucho antes de que pueda llegar un fotógrafo a espiar y captar una imagen regulera, ahora los profesionales del fútbol tienen las herramientas para conversar de tú a tú con sus seguidores. Un atajo para que no hablen por ti como antaño con ayuda de una fácil y rápida tecnología actual que permite un contacto directo con la afición.
Así lo hace Luis Enrique, entrenador de la selección española, que se ha abierto un canal de Twitch para comentar y mostrar la trastienda del Mundial de Qatar. Su naturalidad a la hora de contar cómo está viviendo la competición frena cualquier tipo de suspicacias, que alimentaban tanto los dimes y diretes de los comentaristas del fútbol que, a menudo, seguían las mismas técnicas de especulación de las revistas del cuore.
Luis Enrique aprovecha la tecnología existente para hablar como un hincha más pero, a la vez, intentando divulgar lo que no se ve de su experiencia en el mundial. Y sin necesidad de soportar preguntas incómodas. De hecho, en su canal de Twitch se adelanta a la pregunta incómoda.
Los agoreros de siempre gritarán: ¡el fin de la prensa especializada en fútbol! Pero la realidad es que es absolutamente complementario el trabajo del periodista y una emisión propia de Luis Enrique, desde la plataforma que sea.
Cambian las pantallas, aunque lo que no varía es la necesidad de periodistas que aporten perspectiva y criben las medias verdades. Un Twitch de Luis Enrique sólo suma, pues bien consumido acerca con naturalidad el trabajo de la selección. Hasta con los errores que se pueden cometer al comentar la "vida" sin demasiados filtros desde una plataforma tan sencilla en la que uno se puede olvidar que no está en un bar con los amigos y debe demostrar sus responsabilidades frente a la cámara, por pequeña que sea.
Aunque, tras años de glorificarse en las lejanas alturas de los secretos del poder, lujos y privilegios, al fútbol le viene bien caer en la tentación del reality de las redes sociales. Hasta equivocándose en la exposición de la viralidad. Como nos ha pasado a todos alguna vez. Así, igual, el fútbol de primera línea vuelve a parecer más mundano y menos marciano.
Elon Musk, máximo representante de la morralla de Twitter
Twitter es un lugar poderoso. Como ventana de acceso a información, como vía a la participación y como púlpito para la protesta. Hasta ahora, Twitter pretendía construirse entre todos los usuarios, sin fronteras ni clases, un valor añadido de nuestro tiempo, como punto de encuentro abierto al debate plural sin aparentes cortapisas. Pero su rápida manera de uso favorece cortapisas. Y peligrosas. Y las representa, prácticamente todas juntas, la forma en la que tuitea el nuevo propietario del propio Twitter, Elon Musk.
El magnate no puede parar de tuitear impulsivamente todo el rato. Transmite la felicidad de sentirse centro de atención y, a la vez, muestra la torpeza del boca-chancla que publica el comentario antes de pensar. En efecto, eso también es Twitter. Y eso es Elon Musk. Así el millonario se mueve como pez en el agua en una red social en la que se interactúa con tal vertiginosa intensidad que puede abrumar hasta descolocar. Una vorágine histérica y precipitada que, muchas veces y ante asuntos especialmente polémicos, anula cualquier dosis de esa templanza, moderación y sensatez que son necesarias para analizar con perspectiva y rigor cualquier tema.
¿En Twitter todo se magnifica, como decían en la casa de Gran Hermano? Algo así. Y dentro de esa exaltación que producen los temas más sensibles, lo que a priori debía ser un valeroso foro de intercambio de conocimiento y puntos de vista se transforma en una herramienta ideal para titulares sectarios o interesados, que no son del todo ciertos o que incluso buscan confundir adrede. Lo sufrimos desde hace años: difama que algo queda. Y en Twitter queda, y mucho, pues la celeridad con la que fluyen (y se expanden) los contenidos no deja margen, en muchos casos, a expresar una opinión mínimamente reposada, o simplemente pararse a pensar para poder asimilar. Entre la ebullición del retuiteo, es muy fácil caer, de hecho, en informaciones falsas y tuitearlas con vehemencia. Pocos usuarios han podido evitarlo. ¿Cuántas veces se ha dado por muerto a alguien que en realidad está bien vivo? ¿Cuántos bulos se difunden cada día? El mismo Elon, en sus tuits y como buen representante de la forma de consumir Twitter, da la sensación que no pretende distinguir bien entre especulación y realidad. Que la realidad no te arruine una creencia.
El periodismo, en este sentido, es fundamental para cribar y contextualizar tanto caudal informativo de una red social en la que ni Elon Musk parece tener contrastado aquello que tuitea sobre el futuro de su compañía. Otra dinámica habitual del espinoso uso de Twitter. Se sueltan las liebres para ver cómo reacciona el personal. O se tiran las piedras y se esconden las manos. Siempre hay gente, con nombre y apellidos o escondida tras el anonimato, muy interesada en que determinadas falsedades parezcan ciertas. Saben que muchas mentiras se pueden convertir en verdades a fuerza de retuiteo.
En esta tesitura, los medios de comunicación son los que han de erigirse como guardianes de la verdad. Sin embargo, lo que lleva años y años ocurriendo, es que los medios también sucumben a la tentación de publicar a toda prisa el retuiteo. Pocas veces hay tiempo de verificar, ya si eso se rectifica después. Pero la rectificación siempre tiene menos resonancia que la conspiración. Lo simplista y pobre gana. Elon Musk también aprovecha esta circunstancia. Su ego está en efervescencia, el mundo está atento a cada uno de sus pasos y su sensación de poder se le sale por los bolsillos al controlar la gran red social del flujo de información en directo. Desde hace una década, Twitter y sus pantallazos llenan horas y horas de televisión, del magacín al informativo, aunque el tema no dé más de sí. Si lo dice Twitter, parece que ya es noticioso.
Y, mientras tanto, cada vez parece más difícil discernir entre lo esencial y la morralla. Es el periodismo el que tiene la responsabilidad de enfocar, ordenar y dar luz a lo que pasa en el caudal de Twitter. Eso se consigue promoviendo en la sociedad espíritu crítico, enfocando lo interesante y atenuando lo accesorio. Aunque a veces cueste mucho encontrar la aguja en el pajar. Menos aún con la irrupción del ímpetu de Elon Musk, que no tiene pinta de entender muy bien para qué sirve la responsabilidad de cuidar la convivencia en una red social. De hecho, él mismo ha irrumpido en la compañía tuiteando con la misma ferocidad del hater: arrasando con todo, sin necesidad de escuchar a nadie y con la seguridad de sentirse superior al resto de la humanidad.
El arte del eufemismo para intentar alquilar un zulo a 1100 euros en Tik Tok
Colarse en casas ajenas siempre ha funcionado en televisión. Pero la televisión ya no sólo se ve por la televisión, así que ahora las inmobiliarias discurren vídeos sobre sus pisos en venta y alquiler para visibilizarse a través de redes sociales como Tik Tok, que es la ventana emergente al consumo audiovisual más instantáneamente espontáneo. "Espontáneo", aunque sus usuarios tarden más de lo que parece en grabar y editar sus sketches.
Y los pisos se graban al estilo de un micro spot que, encima, se cuelga gratis en redes hasta lograr provocar la ensoñación del 'like' de los usuarios y, de paso, que la gente sepa cómo se llama y dónde está tu inmobiliaria. Aunque, a veces, no queda más remedio que tirar de mordacidad y bien de eufemismos para vestir de aspiracional lo que no deja de ser un vergonzoso zulo. Incluso una pocilga puede sonar a lujo si se utilizan las palabras correctas a la hora de describirla.
A los hechos nos remitimos. Estos días, una inmobiliaria madrileña ha presentado las bondades de un micropiso de alquiler que cuesta 1.100 euros y que, en realidad, no tiene ni habitación ni salón ni cocina ni comedor. Todo es una minúscula habitación. No pasa nada, el vendedor tira de verborrea, y listo: "Ante mí, lo que yo denomino la multiestancia. Salón, comedor, dormitorio y cocina". Todo en uno, pero con la denominación de "multiestancia" ya parece una jugosa modernidad.
Porque a este minúsculo lugar no se puede llamar piso. El inmobiliario lo sabe y ya ha maquinado una engatusadora palabra con la que disfrazar la infravivienda de experiencia única: "Este 'estudiático', estudio y ático, va enfocado a un perfil de inquilino joven, quizá soltero, con un estilo de vida muy dinámico", dice en TikTok. A ver, el estilo de habitante para encerrarse ahí será muy dinámico pero poco se va a poder mover dentro del cuchitril rebautizado por 'estudiático', en donde el sofá está literalmente pegado a la lavadora.
Sentado en ese mismo sofá, empotrado en el lavadero y a la vitrocerámica en la que no hay margen de maniobra para guisar nada, el mercader ha discurrido también una particular coartada para defender este espacio poco habitable que, en cambio, cuesta 1.100 euros al mes: "¿Y qué le pasa a la gente de ese perfil (refiriéndose al inquilino de vida dinámica)? Pues que cocina poco y, además, tiene cierta reticencia a poner la lavadora. Y es por eso que hemos diseñado aquí la cocina con lavadora integrada para que si un domingo por la tarde está aquí uno y le da pereza tender la ropa simplemente tiene que estirar la mano, sacarla y tenderla en el tendero". Quién no quiere ver el vaso lleno es porque no quiere, vamos.
Aún falta un giro dramático. "Imagino que os estaréis preguntando, ¿y dónde duermo uno?". Magia, el chico de la inmobiliaria, de repente, hace descender un colchón embutido en la pared que cae sobre el mismo sofá. Sólo le falta decir que, de esta forma, subiendo y bajando el camastro portátil, el inquilino podrá ejercitar sus brazos y ahorrarse parte del gimnasio.
No sabemos si se habrá alquilado ya el 'estudiático', pero el minuto y veintisiete segundos que dura este vídeo tiktokero termina siendo una demostración de que el arte del eufemismo puede transformar la inmundicia en opulencia. Y, sobre todo, que la ironía es la única salida para presentar semejante antro. De perdidos, a la 'multiestancia'. Y alguien picará.
@bydaviddegea Respuesta a @margirl9876 #PepsiApplePieChallenge #housetour #housingo #realestate #pisosenalquilermadrid #pisosdeestudiantes #realestatemadrid #aticoenmadrid #terrazas #realestateinvesting #tiktok #barriosalamanca #tiktok #foryou #inmobiliaria ♬ FEEL THE GROOVE - Queens Road, Fabian Graetz
Lo bueno de Twitter
Pasan los días y el nuevo dueño de la red social cada vez va apretando más las tuercas a todo el que se acerca a ella. Empezó con los empleados, especialmente los directivos a los que se ha ventilado sin sentir ningún tipo de remordimiento. Cosas de empresarios, y que seguramente haya experimentado más veces en otras de sus compañías como SpaceX, Tesla o PayPal. "No hay más remedio", dijo.
Ser el hombre más poderoso del planeta no tiene nada que ver con entrar como un elefante a una cacharrería. Tras los altos cargos, empezó a arremeter contra los personajes verificados, esos que supuestamente tienen que dar algo de cordura en el mundo de la desinformación. Los que quieran eso tienen que pagar para gozar del privilegio de contar con un tick azul que otros se han ganado en base a, principalmente, su puesto de trabajo. Es un orgullo, sí; aunque también una responsabilidad. Esto no le ha salido bien ya que, hecha la ley, hecha la trampa y los fraudes no han tardado en aparecer con malas consecuencias para algunas empresas suplantadas.
Pero la gota que colma el vaso es decir que posiblemente la empresa tenga que echar el cierre, que no es viable económicamente. De números puedo opinar poco, porque no sé de ello. Eso sí, claro está el siguiente objetivo, el grueso de los usuarios. Musk es experto en generar el caos dentro de los avisperos donde se mete. Comprar esta compañía tan cercana al usuario tiene sus pros y sus contras, pero para Musk todo son fallos.
No debe morir, somos muchos a los que se nos pasa la vida disfrutando entre tuit y tuit
Como habitual consumidor veo cosas negativas en el muro, por supuesto, y es necesario atajarlas para no crear problemas a una sociedad que ya de por sí vive demasiado al límite. Ahora bien, en Twitter he podido informarme prácticamente a tiempo real de multitud de eventos. Permite conocer gente interesante de otros puntos de la geografía y de muchos ámbitos de la vida. Hay científicos, filósofos, historiadores, académicos de la lengua, periodistas, juristas, policías y muchos profesionales que hacen una labor de divulgación sensacional. He conseguido empleos gracias al contacto que he hecho con compañeros del gremio y que han decidido apostar por un curioso con ganas de reflexionar o contar historias. Puedo decir incluso que he hecho amistades, es más, observo que hay algunas personas que han hecho incluso comunidades de amigos que van juntos a disfrutar de partidos de fútbol, conciertos o cañas en el bar de la esquina.
Hay malos, sí. Hacen mucho ruido, también. Pero también hay gente impresionante a la que no hemos descubierto aún y que pueden aportar puntos de vista diferentes ante la opinión que cada uno pueda tener. Una de las cosas más maravillosas que podemos hacer los seres humanos es compartir vivencias e inquietudes. Twitter nos ayuda a ello. No debe morir, somos muchos a los que se nos pasa la vida disfrutando entre tuit y tuit.
Elon Musk y la mentira del poder para el pueblo
Elon Musk no sólo es un millonario que acaba de adquirir Twitter, también representa al magnate con afán de protagonismo. Disfruta con el foco, disfruta provocando, disfruta sintiéndose poderoso. Maneja bien el ruido, ese que abunda en la red social que acaba de comprar. A la caza de la foto y la polémica, su primera vez entrando a la sede de la compañía ha sido con un lavabo en brazos, dispuesto a limpiar. Y, tras despedir a toda la cúpula, ya ha empezado su particular revolución, insinuando (a golpe de efectista tuit, claro) que piensa cobrar por ser usuario verificado de la red social, entre otras cosas. Pero vayamos al fondo del asunto.
"El actual sistema de señores y campesinos de Twitter para saber quién tiene o no tiene una marca azul es una mierda. ¡Poder para el pueblo! Blue (por el tik) por 8 dólares al mes", dice Elon Musk en su famoso tuit, que suma más de 100.000 'retuiteos' y más de 500.000 'me gustas'. Un éxito para su ego que, además, define bien su manera desvirtuada de entender la libertad.
Si pagas, tendrás el tik azul y mayor visibilidad. Da igual la calidad de aquello que se publique. Ahí está la catástrofe de credibilidad que se avecina en Twitter. Porque el check azul nació de la necesidad de otorgar rigor a la red social. Para evitar suplantaciones de identidad y subrayar ante el usuario que está ante un prescriptor serio, se inventó esta reconocible iconografía para verificar cuentas. Es decir, para contrastar que estabas frente a un perfil fiable, ya fuera porque es llevado por una personalidad real o por un profesional destacado en lo suyo.
Cuando Musk habla de "¡poder para el pueblo!", en realidad, se refiere a que todo se puede comprar con dinero. Musk quiere hacer negocio con la hoguera de las vanidades de aquellos que sueñan con el check azul. Aunque, paradójicamente, si se puede comprar, el tik ya no proyectará prestigio. Entonces, ¿para qué pagarlo?
Por supuesto, esta decisión será defendida por Musk como que ya no habrá status en Twitter y que todo está al alcance de todos. Siempre que tengas pasta. Lo que delata que no ha entendido nada de las redes, pues los referentes que hacen más grande la plataforma pocas veces pagarán por el check porque no lo necesitan y quedarán diluidos, mientras que ganarán visibilidad los telepredicadores dispuestos a invertir para que el algoritmo posicione mejor su discurso con ayuda del tik azul. Así no se democratiza una aplicación, así sólo se transforma en una teletienda que mermará el valor de la compañía.
Al final, el debate por el tik azul es lo de menos. Sólo es una pegatina que no van a necesitar los que regalan gratis su conocimiento sabio a la red y que, a la vez, son los referentes sociales que más necesita Twitter para sobrevivir y seguir siendo relevante. Pero Musk recalca en otro tuit, muy boca-chancla: "Spoiler alert: tienes lo que pagas". No se ha percatado de que, por esa regla, él debería ser el que pagara por todo el contenido que ceden los usuarios a su red. No ha entendido el intercambio que sustenta a una plataforma como la del pájaro. El soberbio discurso con el que intenta justifica sus "grandes ideas" sobre todo representa la patraña de alimentar la confusión de libertad con tener dinero para pagarlo. ¿Libertad? Más bien, la desigualdad del sálvese quien pueda.
Eva Soriano y el daño de la falacia que hemos interiorizado sobre el ‘mundo digital’
"Si por la calle no me dirías 'oye, Eva, vaya bufas te han salido', no me lo pongas por redes sociales". Con su particular humor, Eva Soriano se desahoga sobre los señores desbocados en Internet. Lo hace en la complicidad de su programa 'Cuerpos Especiales', que presenta en las mañanas de Europa FM.
"Ya hemos llegado a un punto en el que se legitima cualquier cosa, en el que bajo el anonimato de las redes se puede poner cualquier burrada. Porque lo de las tetas sólo es la punta del iceberg. Porque, debajo, hay una cantidad de fotos de miembros que a mí no me interesan ver. En qué momento tú crees que mandándome una foto de tu pilila, yo voy a decir 'sí, nos casamos'", remata irónica Soriano poniendo en la palestra la consecuencia de una causa que no se termina de enfocar lo suficiente.
Se recalca tanto que el mundo virtual no es el real que existe una peligrosa desconexión moral que, a menudo, propicia que las burradas se abran camino en la red sin remordimientos de conciencia. "Total, no es la realidad..." Y, así, los usuarios realizan prácticas que jamás ejercerían de tú a tú en un ascensor.
La pantalla les protege, la empatía que surge de mirarse a los ojos no existe y no pasa nada por lanzarse al improperio, a la sordidez e incluso al acoso. Da igual, hemos ido interiorizando que la digitalidad es una realidad menor. Una nube donde se puede arrasar con todo porque nos han insinuado que no es el mundo de verdad.
Pero ha llegado la hora de cambiar el chip. Huyamos de metaversos, la vida real es todo, también las plataformas y aplicaciones digitales. De hecho, estas plataformas simplemente representan una fantástica manera de progreso de las ventanas por las que nos comunicamos las personas de carne y hueso. L
Es un clásico que los avances tecnológicos crean cierta incredulidad, hasta a menudo se tratan con desdén por los inmovilistas. Pero nunca hubo que distinguir entre digital y real. Es equívoco, pues cada acto, digital, analógico o físico, forma parte de la misma experiencia vital. La conversación de las redes sociales es fruto de nuestras motivaciones, nuestras contradicciones, nuestra convivencia.
Toca dejar atrás el tóxico mantra de que lo que sucede en las redes es como un especie de videojuego en el que cuando se desconecta la pantalla las emociones también se quedan en pause. Los sentimientos no se apagan así como así, aunque estén resguardados tras un smarthphone. Cuando aprendamos eso, que lo estamos haciendo ahora, las redes sociales serán puntos de encuentro más constructivos. En ellas, como ha sucedido en los vecindarios de toda la vida, algunos intentarán aparentar, pero inevitablemente todos debemos convivir. Con errores, con locuras, con educación, con sensibilidad. Quien la tenga, en la vida.