DANIEL G. APARICIO
- Esta película de animación francesa se estrena este viernes 1 de junio.
- ‘El malvado zorro feroz’ mezcla el humor de los ‘Looney Tunes’ con la sensibilidad de Studio Ghibli.
Antes de que nadie se lleve a engaño, una cosa ha de quedar clara, El malvado zorro feroz no es exactamente una película sino más bien una recopilación de tres cortometrajes, algo que queda bastante claro en el título original, que incluye un «…y otros cuentos» que se ha omitido en castellano.
Aun así, las tres historias, presentadas como si fueran representaciones de teatro protagonizadas por simpáticos animalitos de granja, tienen un mismo hilo conductor, el poderoso sentimiento paternal manifestado de diversas formas: el instinto de protección, el inevitable vínculo emocional, el sentido de la responsabilidad, los esfuerzos por dar buen ejemplo…
Y todo esto se hace con ternura y humor en una maravillosa adaptación de dos cómics del artista francés Benjamin Renner, uno de los codirectores, y un tercer relato creado específicamente para este filme.
El primero, La entrega del bebé, cuenta cómo un cerdo –el sensato del grupo– y un pato y un conejo –alocados e inmaduros– asumen la misión de llevar a un recién nacido humano hasta la casa de sus padres.
El segundo cuento, El malvado zorro feroz, da título a la película por un buen motivo. Es, sin duda, el mejor de los tres. En él, un pequeño zorro roba tres huevos a una de las gallinas de la granja con la intención de comerse a los pollitos. Sin embargo, cuando estos nacen, los acontecimientos toman un nuevo rumbo.
No es la primera vez que vemos esta historia. Muchas veces se ha jugado con la idea de la impronta y todas sus posibilidades cómicas y emotivas, pero aquí se cuenta todo con tan buen gusto que ni siquiera el hecho de que sea predecible lo hace menos disfrutable. Si logra ver esta pequeña fábula sin una sonrisa casi constante en la cara, hágaselo mirar.
El tercer cuento, Hay que salvar la Navidad, regresa con los protagonistas de la primera historia en una aventura que pretende, según ha explicado Renner, renovar los ya muy manidos mitos navideños. Y lo hace con gracia e incluso una pizca de irreverencia, e introduciendo el tema del instinto paternal de una forma diferente, menos explícita (salvo en el caso de un personaje secundario y su hijita).
Eso sí, dejando a un lado que es una historia navideña que veremos en junio (en Francia se estrenó también este mes, pero de 2017), hay que advertir a papis y mamis que el incrédulo cerdito, en un par de ocasiones, pone en duda la existencia de Papá Noel. Pero, ¡calma! Tras el susto inicial, Santa Claus en persona echa por tierra su escepticismo.
Al final, volviendo al contexto teatral que sirve de hilo conductor, cae el telón y los animalitos se despiden cual actores, y no me cabe duda de que los niños aplaudirán, y también los padres, encantados de disfrutar con la animación en pantalla grande más allá de Pixar.
El malvado zorro feroz (y otros cuentos) mezcla con maestría, en unos perfectos 79 minutos, el slapstick (la payasada de golpe y porrazo) de los Looney Tunes, la sensibilidad de Studio Ghibli y la atmósfera y carisma de clásicos de las viñetas como Snoopy y Astérix y Obélix. ¿Se puede pedir más?