EFE / PEPI CARDENET
- El realizador de ‘Luces rojas’ y ‘Buried (Enterrado)’ regresa con su nueva película basada en una novela juvenil.
- La cinta llegará a los cines el 3 de agosto.
¿Qué haría Polanski encerrando a cinco niñas en un lugar que las trasciende?, se preguntó Rodrigo Cortés cuando le llegó el borrador de Blackwood, una película en la que dirige a Uma Thurman y que reflexiona «sobre la naturaleza creadora y destructora del arte», explica el director.
Cinco adolescentes problemáticas se ven obligadas a acogerse a un programa de enseñanza impartido por la enigmática Madame Duret (Uma Thurman) en el internado Blackwood, pero pronto empiezan a mostrar talentos singulares que no sabían que poseían, desde la música hasta la poesía, pasando por las matemáticas.
Cuando la frontera entre realidad y sueño comienza a hacerse demasiado difusa, todas comprenden al fin el motivo por el que han sido llamadas a Blackwood.
Cortés (Ourense, 1973) se preguntó «qué haría Polanski» con una premisa así, y desde esa mirada «desarrolló» esta historia que llegará a los cines el 3 de agosto y que está basada en una novela juvenil que la productora Stephenie Meyer (de la saga Crepúsculo) leyó cuando era niña.
«Stephenie Meyer leyó el libro cuando tenía 10 años y le obsesionó para siempre, fue su acercamiento al mundo de lo fantástico, imagino, del mismo modo que supuso para mí cuando leí a Stephen King, Richard Matheson o Poe», comenta Cortés.
El poder de los cuentos clásicos
En ese librito, el director veía una premisa «enormemente cruel que la novela, por razones naturales, no explotaba, y enormemente despiadada», y que «permitía hacer una reflexión sobre la naturaleza creadora y destructora del arte, de su enorme poder transformador, para bien y para mal».
Una cinta sobre «el coste erosionador y desgastador del talento y de la genialidad», que sigue la dinámica de los cuentos clásicos.
«Los cuentos infantiles han sido siempre enormemente implacables, y nunca han resultado condescendientes con su público potencial, con el niño. De alguna manera eso es muchísimo más reciente, tratar de protegerlos de las verdades de la vida, en lugar de prepararlos para ellas», apostilla.
Cuando decidió hacerse cargo de una historia «con una clientela potencialmente adolescente», la primera decisión fue ser «absolutamente respetuoso con ellos»: «Ser respetuoso con ellos es evitar toda tentación de paternalismo y condescendencia para tratarlos de forma tan cruel como lo haría cualquier película».
«Por alguna razón -continúa el director- Stephenie decidió que solo tenía sentido en el mundo de hoy hacerlo a través de una voz muy personal que lo convirtiera en expresión de su propio mundo interior, y por alguna razón pensaron en este director europeo que metía a gente en cajas y los enterraba vivos».
Trabajar con Uma
Así, el cineasta que «enterró» a Ryan Reynolds se pone ahora al frente de las jóvenes AnnaSophia Robb, Isabelle Fuhrman, Victoria Morales, Rosie Day y Taylor Russell, y de la imponente Uma Thurman.
«Una de las grandes ventajas de haber trabajado con Robert De Niro es que a partir de ahí te puedes quitar muchos pesos de encima porque todo el mundo es más pequeño que él», ríe Cortés.
Fuera de eso, Thurman «no apareció de la nada en el set» de Blackwood, una impresionante mansión que no existe como tal, ya que «casi» el 90 por ciento de la cinta se rodó en platós en Tarrassa.
Hubo conversaciones previas con la actriz, y en la primera reunión Cortés y ella «comprendieron en el acto que todo iba a ir muy bien».
«Nos reímos mucho, pudimos ser muy francos y duros el uno con el otro. Ella tiene una naturaleza muy neoyorquina y muy insultante con la que resultaba muy fácil trabajar. Yo en el set con los actores siempre impongo una ausencia absoluta de solemnidad», añade el director de Luces rojas y Concursante.
«Lo primero que le dije a Uma -continúa Cortés- cuando acabó su primera toma era que me estaba haciendo perder tiempo y dinero. Me miró, se rió, lo entendió perfectamente y a partir de ahí todo muy fluido».
Así, dirigiendo a Thurman o De Niro, el cineasta gallego se une al club de directores españoles más cotizados, en una «época muy concreta en la que el mundo se ha convertido en un sitio mucho más pequeño que antes».
«Tenemos las cosas más fáciles en ese sentido que cuando Bigas Luna rodó Angustia en inglés o que cuando Antonio Banderas cruzó el charco. Lo que han hecho otros antes de nosotros, nos ha dejado el camino más fácil», concluye el realizador.