Para crecer hay que escuchar mucho a los que piensan distinto. Salir. Encontrarse. Incluso romper burbujas. En el aprendizaje vital, siempre ayuda el ejercicio de intentar entender hasta las motivaciones de aquello que no comprendes. Pero entenderse no es tan rentable como enfrentarse. La sociedad atrincherada es más manipulable. Y las redes sociales se han convertido en el escenario perfecto para la teatralización del linchamiento colectivo. Algunos líderes políticos y otros ‘influencers’ sociales azuzan a sus seguidores. Se han percatado de que los matices de la verdad parece que ya no importan, lo que vende es la conspiración y la ofensa. Y, mientras nos sentimos informados, en realidad estamos retuiteando como autómatas un nuevo show business, en donde la especulación se confunde con libertad. Una espiral en la que cada burrada da más followers, más likes, más notoriedad pública. No te conocerán por la valía de la responsabilidad, en el ruedo público se destaca más rápido y más fuerte por la habilidad para la demagogia. Adictos al ‘zasca’, es curioso como los que más machacan con el estado de salud de la prensa y la pluralidad de la televisión son, a la vez, aquellos que sólo quieren medios de comunicación monolíticos. Personas dando la razón a sus propios pensamientos. ¿Y el resto? Pues se les coloca en la diana del insulto cuando no siguen sus cánones o, simplemente, discrepan. Hasta se crean listas negras con aquellos que hay que derribar e incluso con los que pasan por su lado. Se señala públicamente para que los más fieles seguidores linchen a golpe de tuit. Y lo hagan pensando fervientemente que eso es ejercer y luchar por la libertad. Con bien de hashtags, emoticonos y algún que otro meme.Los gritos siempre suenan más que los argumentos. No es nada nuevo. En redes sociales el ruido también gana, por supuesto. Y encima con un daño colateral extra: detrás de las pantallas, no nos vemos las caras, la empatía salta por los aires y, como consecuencia, sale un violento odio que no entiende ni de mínimas normas de educación. Da igual, la verdad y sus matices no sirven de nada si ya nos hemos reconvertido en meros espectadores creyentes. Parapetados, todo lo que nos vamos a perder. Todo lo que ya nos estamos perdiendo por conformarnos los medios, los políticos y parte de la sociedad con tomar el pulso a la actualidad a través de un espejo resquebrajado de la realidad llamado Twitter.